lunes, 23 de noviembre de 2009

El valor de la humildad ayuda a las personas a contener la necesidad de decir o hacer gala de sus virtudes a los demás. Una personas que vive la humildad hace el esfuerzo de escuchar y de aceptar a todos. Cuando más aceptamos, más se obtendrá el cariño y reconocimiento, porque una palabra dicha con humildad tiene el significado de mil palabras agradables.

Humildad es aceptar las cualidades con las que nacemos o desarrollamos, desde el cuerpo hasta las posesiones más preciadas. Por tanto, debemos utilizar estos recursos de forma valiente y benevolente. Ser humilde es dejar hacer y dejar ser, si aprendemos a eliminar la arrogancia, reconocemos las capacidades físicas, intelectuales y emocionales de los demás. Por tanto, el signo de la grandeza es la humildad. La humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y adaptable. En la medida en que somos humildes, adquirimos grandeza en el corazón de los demás.

El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad; cuanto más humildes, mayores logros obtendremos. No puede haber beneficio para el mundo sin la humildad. Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes, por negativos que éstos sean; nunca dirán “no era mi intención decirlo”, según la actitud, las palabras reflejarán eso, entonces debemos cuidar nuestras palabras para no lastimar sin desearlo. Cuando expresemos una opinión debemos hacerlo con el corazón y mente abierta para aceptar las particularidades, la fortaleza y la sensibilidad de uno mismo y de los demás.

Para ser humildes, necesitamos ser realistas, conocernos a nosotros mismos tal como somos. Únicamente así podremos aprovechar todo lo que poseemos para obrar el bien. Siempre encontramos cosas en nuestra propia persona que no nos gustan, capacidades que no estamos aprovechando o cualidades que no estamos desarrollando. Lo importante es aceptar la situación e intentar luchar por superarse día a día.



Descarga:
Póster JPEG 414 kb
Póster PDF 295 kb
Documento informativo PDF 22 kb



Cómo desarrollar la humildad
Lo podemos lograr si...

Aprendemos a aceptar las capacidades de los demás.
Reconocemos la propia realidad, sin caer en la arrogancia.
Somos sencillos, sinceros y veraces.
Pedimos ayuda cuando la necesitamos y reconocemos que no somos autosuficientes.
Escuchamos a los demás y dejamos de hablar de nosotros mismos.


Pienso positivamente

“El saber, es orgullo de haberse esforzado tanto”.

“La sabiduría deber ser sinónimo de humildad”.

“Me olvido de mí mismo, para darme generosamente a los demás”.

Para reflexionar

Decálogo de la humildad

1.Elimina la soberbia, cultiva el espíritu positivo hacia los demás.
2.No permitir que tus actitudes o palabras ofendan a otros.
3.Estar en armonía es el mejor regalo; sonríe y mira a todos con cariño.
4.Cuida tu lenguaje. No hables para criticar, ni siquiera con el fin de agradar.
5.Haz de la humildad una clave de tu vida y el resultado será una buena autoestima.
6.Reconoce la realidad y esfuérzate por ser mejor.
7.Elige a tus amistades por tus afinidades.
8.Resalta los aspectos positivos en los demás, minimiza sus debilidades.
9.No te sientas superior a nadie.
10.Aprecia otras virtudes para fortalecer la humildad: la modestia, la sobriedad, la mesura, etc.


Qué implica la humildad en la familia

Agradecer los buenos consejos que hicieron posible las buenas decisiones que hicieron posible los éxitos
Mostrar gratitud a las personas que nos dedican su tiempo y esfuerzo
Ser transparente unos con otros, reconociendo y apreciando a quien nos ayuda sin decirlo
Aprender a sostenerme firma solo
FRsEs dE HuMildAd

Estoy convencido que la primera prueba de un gran hombre consiste en la humildad.

John Ruskin

La humildad es nuestro contacto con la realidad.

Doménico Cieri Estrada

La humildad es como un pegamento.

Doménico Cieri Estrada

Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande.

Rabindranath Tagore

Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; mas donde hay humildad, habrá sabiduría.

Salomón

La humildad es verdad, y la verdad es humildad.

Pío de Pietrelcina

La humildad tiene dos polos: lo verdadero y lo bello.

Victor Hugo

frases de Victor Hugo »

Los más generosos acostumbran a ser los más humildes.

René Descartes

frases de René Descartes »

No seas jamás humilde con los soberbios, ni soberbio con los humildes.

Anatole France

frases de Anatole France »

Cuando no hay humildad, las personas se degradan.

Agatha Christie

frases de Agatha Christie »

La verdadera humildad consiste en estar satisfecho.

Henry Frédéric Amiel

frases de Henry Frédéric Amiel »

La vida es una larga lección de humildad.

James Matthew Barrie

frases de James Matthew Barrie

Humildad, caridad y modestia, no pueden estar separadas la una de la otra.

Don Bosco

frases de Don Bosco »

No nos creamos necesarios.

Don Bosco

aqUi eStoY XO...!!

LA hUmiLdAd

La humildad no es una virtud reconocida como tal en todos los sistemas filosóficos. Más aún, en no pocas filosofías se le ha cuestionado hasta el punto de considerarla un vicio en la medida en que representaría una debilidad para afirmar el propio ser. Como en todo, la verdad es muy simple, una única virtud puede llevarnos al vicio, y por ello, todas y cada una de ellas tienen que ir acompañadas de su hermanas mayores y en muchos casos de las menores. Desde la perspectiva de la evolución espiritual (y en cada ocasión concreta acompañada de las otras herramientas universales que correspondan) la humildad es una virtud de realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo. Ninguno de los grandes filósofos griegos (Sócrates, Platón ni Aristóteles) elogiaron la humildad como una virtud digna de practicarse, ya que nunca llegaron a desarrollar un concepto de Dios lo suficientemente rico para poner de manifiesto la pequeñez del ser humano. En Occidente, es sólo a partir del advenimiento del cristianismo que esta virtud llegar a ser considerada el fundamento imprescindible de toda moral cristiana. Es por ello que para Nietzsche, que no comulgaba precisamente con dicha doctrina, la humildad no puede significar más que una bajeza, una debilidad de instintos propia de quien actúa inspirado por una moral de esclavos. Para su idea moral del superhombre, en cambio, a la sombra de la humildad hay que oponer la claridad de la altivez, tan alabada por los griegos y desde luego, por Nietzsche. La verdad de este dilema, sin duda, se encuentra en nuestro interior. Sin embargo, la filosofía de Oriente, que ha alcanzado un desarrollo espiritual mucho más significativo que la de Occidente, nunca dudó en asignarle un papel relevante dentro de las virtudes del sabio. Así, los verdaderos maestros de la sabiduría mística del Oriente ascendieron a sus más altos niveles de conciencia trascendiendo su ego, transformándose en seres universales al fundirse con el río del mundo. Pero para todos ellos los primeros peldaños del sendero estuvieron hechos de humildad.
Más aún, la humildad es requisito indispensable del verdadero aprendiz, del verdadero discípulo, pues mucha de la disciplina de éste deberá estar basada en la conciencia de lo limitado de su conocimiento para precisamente, en razón de esta carencia, buscar activamente llenarse de él, ya sea a través de los maestros, del impulso a la meditación, del diálogo con sus semejantes o de la investigación personal. La mente humilde es receptiva por naturaleza y por lo mismo es la que mejor está dispuesta a escuchar y a aprender. En el caso opuesto está la mente arrogante que por saber mucho de algún tema se cree capaz de discernir asuntos sobre los cuales no conoce ni los principios más básicos, creyendo estar preparada para emitir juicios válidos sobre cosas de las que no tiene ni la más remota idea. En esta carencia de reconocimiento de los límites de su conocimiento, el arrogante construye su ilusión de ser más importante que los demás. Habitualmente el arrogante incurre en la crítica destructiva que sólo puede conducir al territorio de las hostilidades, pero que no ayuda a nadie.



El verdadero humilde considera siempre que las experiencias de la vida son posibilidades abiertas para aprender cada vez más. En su comprensión considera que el camino de la sabiduría es casi infinito, por lo cual, no corresponde en ninguna etapa de nuestro desenvolvimiento presumir de sabios o eruditos. La humildad como conciencia de nuestra falibilidad esencial nos hace más fácil la tarea de reconocer nuestros errores, fundamento de nuestros ulteriores perfeccionamientos. Mientras el soberbio pierde su tiempo criticando o intentando impresionar a los demás, el humilde sigue rectilíneo su camino de progresión espiritual, sin temer recurrir a la ayuda o a la orientación de quienes están más avanzados en el sendero.

Ser humilde es permitir que cada experiencia te enseñe algo y desde ahí, desaparecen miedos y sufrimientos.